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Intérpretes en Zonas de Conflicto

mujer afgana con burka

El Caso de Afganistán

Los/Las intérpretes prestan sus servicios en todas partes y en todos los ámbitos. Algunos de ellos son muy peligrosos. Es el trabajo que realizan en zonas de conflicto. Ha sucedido en todas las guerras, en todos los choques culturales, en todas las grandes migraciones forzadas.

El caso de Afganistán hoy nos llama a reflexión sobre la importancia de proteger a los intérpretes que, luego de haber trabajado para los países de la OTAN, quedan detrás a sufrir las consecuencias de la incomprensión, hostilidad e incluso la venganza contra ellos y ellas por parte de los talibanes, la fuerza adversaria de los países de la OTAN. Indudablemente, la primera pregunta que surge es por qué estaban ahí esos países y, si bien, las respuestas son diversas y unas son condenatorias y otras son lo contrario, no se puede aceptar que se muestren irresponsables con el país que dejan y mucho menos aún con las personas que trabajaron para ellos.

Vemos innumerables casos de personas que trabajaron como intérpretes para Estados Unidos, Francia, Alemania, España. Esta irresponsabilidad se hace evidente en muchos hechos. Aquí algunos ejemplos. Cuando una fuerza de ocupación va a abandonar un país no lo hace de la noche a la mañana, hay planes para hacerlo. Es evidente que, si el salvataje a estas personas se hubiera preparado con antelación, se habría podido rescatar a muchos más.

El propio presidente Biden ha declarado “Hemos sacado a miles de traductores e intérpretes afganos y otros que apoyaron a Estados Unidos”. Si bien esta frase es cierta, también podemos decir que no nos describe verdaderamente la situación, pues en la ausencia de planificación no se tienen cifras exactas ni una caracterización precisa de a quién rescatar. Uno de los problemas relacionados con esto es que en los países de llegada se elevan voces en contra de aceptar a los que arriban arguyendo razones de seguridad, incluso si muchas veces se trata de simple xenofobia.

Por el momento han entrado bajo un régimen de “permiso humanitario” que permite a extranjeros ingresar al país en circunstancias excepcionales, que no es el visado de inmigrante especial (SIV) y que no tiene aún una clara determinación para el futuro. A esto se añade que a inicios de año el presidente Biden no se había animado a elevar el máximo de refugiados que se iba a acoger en el país. Y esto no es algo nuevo, la visa SIV dejó de aceptar nuevos solicitantes desde 2008 y dejó fuera tanto a iraquíes como a afganos que la solicitaban ya desde entonces. Un nuevo programa de permisos especiales del 2020, el P2, tiene hoy una carga de solicitudes no resueltas de 106,000 iraquíes. Esto no hace más que imposibilitar la ayuda a los miles de intérpretes afganos que soliciten ingresar, ya sea a través de la SIV o del P2. Se enfrentan a mucha burocracia y a un gran cuello de botella.

El destino migratorio en el Reino Unido es mejor, porque a los refugiados se les da residencia permanente y se les permite trabajar, pero en general se enfrentan a la misma indefinición de no saber cuántas personas por ayudar son en total y reconocen que miles se quedaron atrás. Algo similar sucede con Francia que promete hacer un máximo esfuerzo de ayuda en los días y semanas que vienen, pero que no mencionan datos más definitivos. Los que trabajaron para España, por otro lado, están ahora a la espera de que el gobierno español cumpla con el ofrecimiento de llevar a cabo la “tarea discreta” de continuar ayudándolos a salir.

El hecho es que muchos no pudieron abordar ninguno de los aviones que salieron del aeropuerto de Kabul antes de que se cerraran los vuelos, incluso con documentos de salvoconducto y se enfrentan hoy a una grave inseguridad para ellos y sus familias.

Fuentes: Huffington Post, BBC News, AL-Monitor, El País, Washington Post.